La Historia la cuentan los vencedores, y esto es válido en términos de razas, etnias, nacionalismos, e, incluso religión. Por ello, las religiones de corte patriarcal, han demonizado durante milenios a las deidades femeninas.

Quizá hayas oído hablar de Lilith o Lilit. Su nombre evoca al viento o los espíritus, lil en lengua sumeria o a la noche, layla, en las lenguas semitas. Aunque en la actualidad protagonice series de anime y videojuegos fantásticos y se haya ganado el dudoso honor de ser considerada reina de vampiros, madre de demonios o ambas cosas a la vez, Lilith, mucho más anciana que los cultos que la han demonizado, no siempre fue un ser diabólico.

El eco de su nombre se pierde en las brumas de la anciana Mesopotamia, pues las primeras referencias a esta entidad femenina aparecen en tablillas sumerias, fechadas en torno al III milenio a.C. En ellas se habla de un océano infinito —símbolo del caos primigenio— del que emergen dioses y semidioses. Lilith simbolizaba la parte femenina de uno de los Agbal o semidioses hermafroditas que surgieron del Abismo para servir a los primeros dioses. Era la encargada de custodiar las puertas que separaban el plano físico del espiritual, una suerte de guía hacia la sabiduría de la inmortalidad. Por ello en la iconografía del momento aparece llevando los anillos de Shem, los símbolos que demuestran que un individuo ha cruzado hacia la inmortalidad y ha alcanzado la sabiduría del Árbol del Conocimiento.

¿De qué manera iniciar esa transformación espiritual? No eran pocos los cultos que se valían de relaciones sexuales “sagradas” con vírgenes sacerdotisas. Ello derivaría del eterno misterio del universo femenino: sus ciclos, su capacidad de dar vida…  Para la imaginería sumeria, Lilith es una joven doncella alada que atrae a los hombres al templo de Ishtar para la celebración de rituales sexuales. Sin embargo, a partir del II milenio a. C. la influencia asiria alteró esta visión. En la concepción asiria Lilith aparece ya representada al lado de los reyes sosteniendo en sus manos la vara y el anillo de la autoridad regia, flanqueada por el Pájaro de la Sabiduría y el León, señor de las bestias. Los rituales sexuales parecen haber llegado a su fin, al igual que las pócimas transformadoras para alcanzar el autoconocimiento. Llegan malos tiempos para el sacerdocio femenino y Lilith pasa a un segundo plano, como acompañante de hombres poderosos, presentando así por primera vez a la religión como lo que terminaría por ser en todo Oriente Medio, un entorno solo apto para dioses masculinos, cuyos sacerdotes alcanzarán una gran ascendencia sobre la población. Decae el culto a Ishtar, y quizá con la intención de mancillar la memoria de la diosa, su servidora, Lilith, deja de ser la imagen del sexo transformador para estar vinculada a la seducción como engaño y a las muertes de neonatos.

La atrayente figura de Lilith fue adoptada y transformada por los judíos durante su cautiverio en Babilonia, hasta el punto de situarla como la primera mujer de Adán, tal y como señalan los escritos hebreos de Ben Sirah (midrash del siglo X) . «Yahveh creó a Lilith, la primera mujer, como había creado a Adán, de la tierra y el polvo», una afirmación que muestra a una Lilith creada a imagen y semejanza de Yahveh y dotada de las mismas capacidades que Adán, una mujer en igualdad, que, sin embargo, terminaría siendo sustituida por Eva. ¿Qué sucedió? Los evangelios apócrifos y los escritos del Yalqut Reubeni nos dan la clave: «Adán y Lilith nunca encontraron la paz juntos, pues cuando él quería acostarse con ella, Lilith se negaba, considerando que la postura recostada que él exigía era ofensiva para ella. ¿Por qué he de recostarme debajo de ti? – preguntaba – Yo también fui hecha de polvo y, por consiguiente, soy tu igual. Fuimos hechos iguales y debemos hacerlo iguales.»

El “empoderamiento sexual” de Lilith agrava las diferencias con Adán y quizá cuando éste trata de forzarla, Lilith invoca el nombre de Yahveh y escapa del presunto Paraíso. Adán, dolido, solicita la ayuda de Dios para recuperarla y éste, conmovida envía a tres arcángeles, Senoy, Sansenoy y Samangelof en su busca. La encuentran, por supuesto. Vive a orillas del Mar Rojo junto a Samael, el ángel que había renegado de Dios, y juntos se dedican a criar su infinita prole de lilims, mitad humanos, mitad demonios. Ante el requerimiento de Lilith de volver con su compañero, los arcángeles la amenazan: «Si no regresas con Adán cien de tus hijos morirán cada día». Ella no se somete y les responde con igual furia, advirtiéndoles de lo que hará si cumplen su amenaza: «Mataré a los hijos de los hombres, los niños estarán bajo el peligro de mi ira por ocho días tras su nacimiento y las niñas por veinte». A partir de ese momento, Lilith pasa a convertirse en un ser cruel e insaciable a quien se culpa de las muertes de neonatos. De su juramento que no dañar a ningún niño que llevase el nombre de alguno de los arcángeles, parece provenir el origen de los amuletos que colocaban los judíos en el cuello de sus recién nacidos.

Si bien , estrictamente hablando, el Antiguo Testamento menciona a Lilith sólo en una ocasión, las contradicciones del génesis bíblico, permiten identificarla. El pasaje Génesis 1,27 señala: «Y Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y Dios los bendijo diciendo, sed prolíficos y multiplicaos, poblad la tierra y sometedla». De este pasaje se desprende que la creación del hombre y la mujer se hizo a su imagen y semejanza de Dios, siendo ambos iguales. Sin embargo, el pasaje Génesis 2,21 narra: «Entonces Yahvé Dios hizo caer sobre el hombre un sueño letárgico, y mientras dormía tomó una de sus costillas, reponiendo carne en su lugar; seguidamente, de la costilla tomada formó Yahvé Dios a la mujer y se la presentó al hombre, quien exclamó, ésta sí que es hueso de mi huesos, y carne de mi carne, ésta será llamada varona, porque del varón ha sido tomada». ¿Qué significa esto? ¿Quizá que existió otra mujer anterior que no era hueso de sus huesos y que fue creada de la tierra y el polvo?

Lilith ha sido históricamente identificada con la serpiente. La iconografía hebrea recupera esta similitud, al presentarla en el jardín del Edén como una mujer mitad humana mitad serpiente, enroscada en el Árbol del Bien y del Mal y tentando a Eva, la nueva mujer de Adán. Su evolución iconográfica desde la Lilith de los relieves sumerios se caracteriza por la adquisición sucesiva de características lascivas, nocturnas y sangrientas, que culminarán con la imagen de la Lilith hebrea convertida en un ser demoníaco que se alimenta de la sangre de los recién nacidos. Este terminaría por ser su rasgo definitorio, y lo que en la imaginería de la Edad Media, la asimilaría a los seres vampíricos.

Desde un análisis antropológico, en el trasfondo de esta transformación aparece la intención de denostar, de convertir en un ser malvado o indigno al arquetipo de una deidad femenina, empoderada sexualmente, y defensora ferviente de una igualdad de género. La insumisión femenina, presente en muchas mitologías paganas, se enfrenta así a tradiciones de origen patriarcal, — como, en este caso, las abrahámicas— para las que su comportamiento libre e igualitario adquiere tintes negativos y pecaminosos. La mujer se convierte entonces en el oponente, el “enemigo”,  la causante de la desgracia del hombre; la inductora del pecado, y, por supuesto, el demonio mismo.

 

Escrito por: Emma Lira