Muchos han oído hablar de Vietnam por la cruenta guerra que tuvo lugar con los EEUU y que por cierto no consiguieron ganar los Yankees. Otros más por la película “Indochina”, que nos acercó a los bellos paisajes de la Bahía de Ha Long. Y otros más economicistas porque ha sido durante mucho tiempo uno de los llamados dragones asiáticos o economías de gran crecimiento económico.
Se trata de un pueblo imaginativo que no sólo ha sabido combatir las invasiones, sino flexibilizarse para crecer económicamente. Estas invasiones han supuesto una destrucción del patrimonio artístico cultural del país del que quedan muy pocos ejemplos desafortunadamente, pero que merece la pena ver ya que se compensa con la riqueza étnica que tiene.
Vietnam se puede ir descubriendo de norte a sur o viceversa y yo recomiendo empezar por Ho-Chi-Minh o Saigón como se llamaba antiguamente para ir saboreando poco a poco el espíritu de este país.
Lo primero que sorprende al llegar a una ciudad como Saigón es la cantidad de motos que pueden circular por un mismo carril. La moto es el medio de transporte más común en Vietnam y de hecho las mayores ventas del mundo de este vehículo de 3 ruedas están centradas en el triángulo entre la India, Vietnam y China. Allí todo se transporta en moto, desde el puesto que vende peces o flores, hasta la familia numerosa.
Saigón es la ciudad comercial del país y un claro ejemplo de cómo se desarrolló la guerra entre el norte y el sur en el país. Lugares como el museo de Ho-Chi-Minh, dictador del país (pero también liberador de las potencias extranjeras), que gobernó el país con mano dura estableciendo el comunismo o el Museo de la Guerra son lugares interesantes que ver y para empaparse de lo que fue el pasado.
Aunque a mí no me suelen atraer este tipo de lugares considero que es una manera de entender lo que ocurrió en este país, las pruebas inhumanas que se hicieron con el ácido naranja y las duras consecuencias que ello tuvo para su cultura y la población.
Saigón es una ciudad para hacer compras en sus múltiples mercados ya que hay artículos que no encontrarás en el resto del país (por ejemplo si buscas muebles fashion, la tienda “Gaya” es una buena opción). También para disfrutar de deliciosas cenas, hay buenos restaurantes como el Lemongrass o el Druzba; o también para acercarte al delta del río Mekong y visitar algún mercado flotante típico de la zona.
Desde primeras horas de la mañana podrás ver cientos de barcas que se unen en una zona específica para intercambiar productos generalmente agrícolas.
Aunque no se entienda lo que dicen, se capta claramente el espíritu negociador que tienen y lo guerreros que son. Para los no claustrofóbicos, nada mejor que visitar los túneles de Cu-chi cerca de la ciudad, unos túneles en los que se escondían los vietnamitas en cuclillas para evitar al enemigo americano.
La guerra con EEUU destruyó el país y si lo que uno busca son monumentos y restos de culturas anteriores hay que ir a Hoi An , el único pueblo que se salvó de los bombardeos.
Si te quieres hacer ropa, éste es el lugar! Hay miles de costureros y de tiendas en las que te podrán hacer un traje a medida siguiendo variados modelos (Thang-loi es de lo mejor que hay en la ciudad). Hoi an tiene además un encanto especial por la noche cuando los farolillos se iluminan por las calles y te transportan a otra época, como si entrases en una película como La Rosa púrpura del Cairo, de Woody Allen.
La dinastía Shampa, que vivió en lo que era el reino de Siam en el siglo XIII y que abarcaba toda la península indochina, dejó parte de sus monumentos en Mi-Son muy cerca de Hoi An y en las playas de Nha-trang, un lugar interesante para hacer una paradita playera entre Hoi-an y Hue, la ciudad imperial. Esta civilización muy presente en Birmania, ha dejado restos muy interesantes en el museo arqueológico de Danang.
Y volviendo a la ciudad imperial de Hue, nada mejor para meterse en el ambiente que dar un paseíto en barco por el río para visitar los diversos mausoleos de los antiguos reyes o el templo de Thien Mu Pagoda, que se hizo famoso en los 60 por tener a monjes revolucionarios que se inmolaban para protestar contra la guerra y el gobierno.
Hue es una ciudad muy colonial, en la que hay que probar los ricksaws e ir a cenar a otros muchos sitios además del restaurante francés “La Carambole” que según nuestro amigo Joaquín es de lo mejorcito (aunque no está mal me da la sensación de que no probó muchos mas lugares). En esta zona la cocina china está muy presente y aparte de los nems se pueden probar los deliciosos wan ton.
Si quieres comer bien en un viaje, éste es país para hacerlo. La comida vietnamita es una mezcla de toda la zona y ha sabido ponerle el picante tailandés a algunos platos, las mezclas de verduras chinas, y la leche de coco de la zona indonesia, todo ello con el gusto tan especial que tienen en este país.
De hecho, no hay nada más bonito que ver desfilar a las vietnamitas con esos trajes alargados que estilizan tanto la figura y que volvieron loco a más de uno. Esa elegancia se puede ver en las calles de Hanoi, la capital.
Un lugar lleno de sorpresas como el mausoleo de Ho-Chi-Minh (lo más impactante son las colas que todavía hoy en día se forman para visitar su momia, de la que por cierto poco se ve), el templo de la Literatura, la prisión francesa o el teatro de marionetas acuáticas.
Este teatro es famoso en el mundo (muchos años van a Titirilandia en Segovia) porque toda la obra se desarrolla en un lago artificial que montan dentro del teatro. Las marionetas van por encima del agua y son movidas por unos señores escondidos debajo del escenario ¡¡¡con botas de agua por supuesto!!!
En Hanoi hay dos museos muy interesantes: el de Artes Decorativas, que es toda una joya de cultura de la zona del Pacífico y del Indico. Y el “Museo de las Mujeres”, uno de los pocos museos en el mundo dedicado a las mujeres soldado que combatieron en la guerra y en donde también quedan muchas muestras de vestimentas de la zona.
Hanoi es el lugar para dar el salto a la tan fotografiada Bahía de Halong, y no es para menos. Se trata de una bahía llena de islotes maravillosos en dónde dejarás volar tu imaginación hasta el infinito paseando en un barco o sampán. Hay gente que pasa la noche allí para disfrutar de un atardecer mágico desde el agua y merece la pena hacerlo.
Hanoi también es el puente para llegar al norte del país, la cuna de las etnias que además se encuentran fronterizas a China. Gracias al tren se puede llegar a Lao Cai en la zona de Sapa, llena de montañas verdes como la famosa montaña Fan Shi pan (que tampoco he llegado a ver sin nubes-tengo un cierto gafe con las montañas- porque siempre están con niebla-) y descubrir las múltiples culturas que se han juntado en esa zona.
El paisaje lleno de arrozales es impresionante para hacer senderismo y no hay nada más fascinante que poder ir a ver el mercado de los sábados a Bac Ha, un mercado al que van los oriundos a comprar y a vender sus verduras, telas, cochinillos y otros animales. El desfile de colores y de vestimentas cada cual más coloridas inspiraría a cualquiera, incluido el modisto Yves Saint-Laurent.
En definitiva, Vietnam es un país que ha sufrido las invasiones de otras muchas culturas pero que siempre ha sabido repelerlas para que no ocupasen el país, absorbiendo al mismo tiempo cosas que podían enriquecer su cultura.
Esto le ha convertido en un país con diversidad de etnias y flexible a los cambios, con una hospitalidad muy distinta a la china, que sabe acoger a todo el que quiera descubrirlo e interaccionar con sus habitantes. Si quieres aventura puedes incluso recorrerlo en moto para tener tiempo de pararte donde quieras y amoldarte al ritmo del país de la sonrisa.