El año nuevo, en media Asia, llega con la primavera. El Nouruz o Nowruz, una suerte de fiesta del equinoccio, se celebra en diferentes territorios que a lo largo y ancho del continente recibieron, durante cientos de años, la influencia de la cultura persa.
Irán, India, Uzbesquistán, Turquía… Muchos de nuestros destinos celebran en estos días el Nouruz – literalmente Nuevo día tanto en la lengua avéstica, como en el persa moderno. Junto a ellos, otro puñado de países como Azerbayan, Afganistán, Tayiquistán, Turkmenistán o Pakistán, países que a lo largos de los años estuvieron, de una u otra manera bajo el influjo del imperio persa, reúnen a sus familias alrededor de la mesa, se felicitan el día y arrojan al aire – o al agua – sus deseos para el año que comienza, como antiguamente, con el fin del Invierno.
La festividad del Nouruz no deja de ser una fiesta “pagana” a los ojos de las religiones mayoritarias en la zona. Y sin embargo, países como Irán, marcadamente islámico, son sus principales valedores. La religión imperante no puede desterrar una tradición que cuenta con 3000 años de historia. En su origen, el Nouruz era – como en tantos otros territorios – una celebración agrícola de culto a la fertilidad que hunde sus raíces en la religión zoroastriana. Este culto, mayoritario en la persa de los Sasánidas que consiguieron mantener durante cientos de años su hegemonía sobre gran parte del territorio asiático, surgió en el actual Irán contraponiendo dos deidades, el dios del Bien y la Luz, Ahura Mazda y su rival, el Dios del Mal y la Oscuridad, Angra Mainyu. El Nouruz no deja de ser el triunfo de la luz, después de tres meses de oscuridad invernal.
Parsis, kurdos o los seguidores de la fé Bahai celebran también el Nouruz, que en el último caso, además, pone fin a un Ayuno de Diecinueve días. La llegada del nuevo año persa simboliza un nuevo ciclo vital que comienza cada primavera, como una renovación. En los días anteriores a la celebración, en países como Irán, las casas se limpian a conciencia y las familias se unen en torno a una mesa con siete elementos – como lentejas o semillas de trigo – cuyo nombre en persa empiece con s. Estos objetos representan el renacimiento, la salud, la alegría, la prosperidad, la felicidad, la paciencia y la belleza. Junto a ellos se coloca un libro sagrado, independientemenete de la religión a la que pertenezca. Durante los 13 días posteriores, las familias se reúnen, se estrenan ropas nuevas y los niños reciben regalos de sus familiares. En las calles reina un ambiente festivo, se prenden hogueras, se canta y, especialmente los niños, acompañan a Hayi Firuz, un personaje de rostros oscuro que danza al son de tambores y panderetas.
El último día de la celebración, que coincidiría con el 3 o el 4 de Abril, las familias y los amigos se reúnen para preparar una gran comida al aire libre. Es el Sizadh Bedar. Se anudan las semillas germinadas y se echan a un río u arroyo en la esperanza de que si los nudos se deshacen, los deseos depositados en ellas, se cumplirán durante el año que comienza.
Quizá la posibilidad de que esta festividad pudiera ser relegada a un segundo plano, motivara, en el año 2009, que un total de siete países asiáticos presentara una candidatura conjunta ante la UNESCO para preservar su celebración como patrimonio inmaterial de la Humanidad. Afganistán, Irak, Kazajistán, Tayikistán y Turkmenistán se sumaron el pasado año 2016 – con 7 de retraso – a dicha candidatura.
¿Conocías el año nuevo persa? Uzbekistán o Irán son algunos de los destinos de Oriente Próximo que podrás visitar junto a nosotras. Así que ya sabes, ¡Anímate!