Una de las construcciones más impresionantes que te encuentras tras cruzar el Atlas viniendo desde Marrakech es el ksar de Aït Ben Haddou. No es nada fácil de distinguir al principio, desde lo lejos el color del adobe se confunde con el paisaje desértico, y no es hasta que te acercas un poco más que se aprecia que esa pequeña montaña no solo es una montaña, sino una ciudad entera, envuelta por el cauce del río Ouarzazate, que la mayor parte del año no trae agua.

Los ksars son construcciones habituales en la Ruta de las Kasbahs del sur de Marruecos. Ciudades enteras que se construían como protección contra los ataques de otras tribus, bandidos y saqueadores, puesto que eran puntos neurálgicos de las rutas de las caravanas, rutas que establecieron una gran red comercial desde el Mali actual hasta Marrakech, trasportando sal y otros bienes de enorme valor en la época. Y era esta red comercial la que enriquecía enormemente a los comerciantes que vivían en el ksar.

Después de que las últimas caravanas pasaran por aquí, los habitantes del ksar empezaron a salir del recinto e instalarse al otro lado del río, donde podían disponer de más espacio, de más privacidad y de más comodidades. Poco a poco el ksar se fue despoblando y deteriorando, al igual que ha pasado con muchos de los ksars que existen en el sur de Marruecos.

La industria del cine se fijó hace ya tiempo en este enclave único y lo utilizó como escenario ya en 1962 cuando se instaló en estas tierras para rodar Lawrence de Arabia. A partir de entonces numerosas películas se han rodado en Aït Ben Haddou, producciones que además utilizan los estudios de cine internacionales de la cercana ciudad de Ouarzazate como centro de rodaje. Podéis ver Aït Ben Haddou en La Momia, Kundun, Gladiator, El cielo protector o Alejandro Magno.

La llegada de la industria cinematográfica fue fundamental para la rehabilitación del ksar. También lo fue la UNESCO que en 1987 declaró Aït Ben Haddou como Patrimonio de la Humanidad. Y por supuesto, el turismo ha sido una pieza clave para la conservación de este monumento. La llegada de turistas ha favorecido el retorno de habitantes al ksar y la recuperación de oficios y tradiciones que habían sido abandonadas. Las caravanas de camellos han sido sustituídas por caravanas de 4×4, la sal se ha cambiado por souvenirs, pero los visitantes siguen llegando atraídos por la riqueza arquitectónica y cultural de este lugar único en el mundo.

Lupe Escoto