La artista Marta Minujín tenía un sueño. Que los libros prohibidos, censurados y acallados por todas las dictaduras del mundo pudieran recuperar su sitio y brillar con luz propia, desafiando a la intolerancia. Este año se ha hecho realidad.

Hace unos 80 años, en 1933, la plaza de Kassel en Alemania sirvió de escenario para uno de los actos más tristes que pueden perpetrarse contra la humanidad: una quema multitudinaria de libros. Miles de títulos, considerados insanos o indecentes por el régimen nazi se convirtieron en cenizas sin que las 30.000 almas, reunidas ante aquel macabro espectáculo, pudieran hacer nada por evitarlo. Hoy, la artista argentina Marta Minujín la ha reconciliado con la historia. En el lugar donde ardieron los libros se alza ahora un enorme templo, una reproducción del Partenón griego, el símbolo del saber, compuesto por unos 100.000 libros. Pero no son 100.000 libros cualquiera. 100.000 libros que bajo uno u otro régimen, en uno u otro espacio, en uno u otro momento, han sufrido la persecución o la prohibición. Ahí están, desafiando al espacio, al tiempo y sobre todo, a la intolerancia.

Marta Minujín, frente a su Partenón inacabado. Quedan muchos libros aún.

¿Cómo han llegado hasta allí? La enorme instalación de la artista argentina es desde el pasado 10 de junio la estrella de la nueva edición de Documenta, la célebre muestra de arte contemporáneo que se hace cada 5 años. No es para menos. La espectacular instalación cuenta con 70 metros de largo, 30 de ancho y 19 de alto y está integrada por 48 columnas. Su aspecto es impresionante aún antes de darte cuenta de que está forrado de libros. Cuando lo descubres y entiendes su significado, el lugar adquiere  una magnitud que lo eleva a la categoría de símbolo.

Todos los libros que integran el Partenón fueron donados por ciudadanos y editoriales de diferentes países: Argentina, Alemania, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, España…pero a la espera de lo que pueda llegar a transmitir el esfuerzo que conlleva su montaje, su existencia es efímera. Marta Minujín, para quien la fugacidad de la existencia es un fin en sí mismo, ya ha anunciado que a mediados de septiembre cuando la instalación desarme todos estos libros, hoy protegidos por bolsas plásticas e impermeables para evitar que se dañen, serán distribuidos en refugios de migrantes y bibliotecas públicas de toda Europa, una decisión que cierra el círculo abierto con la idea de mostrar lo que otros quisieron hacer desaparecer.

«La censura, la persecución de escritores y la prohibición de sus textos motivadas por intereses políticos y el intento de influir en nuestro pensamiento, nuestras ideas y nuestros cuerpos, están nuevamente extendidos en el mundo. El Partenón de libros marca un ejemplo contra la violencia, la discriminación y la intolerancia»: advierte el polaco Adam Szymczyk (1970), director artístico de Documenta.

Así es. Y nos encanta que, cuando corren tiempos difíciles, cuando quedan aún  regímenes totalitarios capaces de perseguir el saber, seamos capaces, no sólo de darnos cuenta de lo peligrosa que es la intolerancia, sino de atrevernos a combatirla a través de sus mayores enemigos: el arte y la educación.